La edición de Debolsillo, con la traducción de Domingo Santos, completamente recomendable. |
Se ha dicho que Dune es la más importante novela de ciencia
ficción de occidente. Autores como Isaac Asimov o Robert Heinlein han alabado
las cualidades de esta narración, y con los años ha definido, prácticamente, lo
que significa ser una obra de culto. También una obra maldita, si nos referimos
a ese espacio de lecturas ampliamente difundidas que es el cine de
adaptación.
La magnum opus de
Frank Herbert trata tantos temas que es de por sí difícil escoger una
interpretación medianamente canónica. Es posible leer la novela como una obra
épica, como una novela de tensión política, como el paradigma de la ciencia
ficción social (cotas de profundidad con las que Heinlein habría soñado), como
una representación del efecto de los psicotrópicos y su influencia en la mente
humana. Claro que es viable hallar un trasfondo esotérico en semejante tótem,
así como también ver las intenciones explícitas del autor, la alegoría del
desastre ecológico, o una metáfora acerca del poder devenido de la privación
(poder ejercido, no poseído, cual lectura Foucaltiana). Pero no me extenderé.
Este pequeño y mísero párrafo es una vitrina que sirve para contemplar el
cúmulo de posibilidades que residen en las poco más de seiscientas páginas (en
la traducción de Domingo Santos) del engendro que Frank Herbert planeó durante
sus años como periodista. Y así como diminuto y apenas representativo resulta
este párrafo, grande debería ser la advertencia para cualquier cineasta a la
hora de trasponer la obra.
Arte de John Schoenherr |
¿Qué es la adaptación cinematográfica? Una interpretación. Una
lectura. Los poco entendidos que con frecuencia se encierran en su
conservadurismo en ocasiones no son capaces de enfrentarse a esta verdad. No
existe una sola forma de ver ninguna
obra, y este hecho es más capital en el formato literario, que es un
terreno dominado por la imaginación. Esta consideración no nos priva de un
balance cualitativo. No es posible negar completamente una adaptación, pero
considero que sí es posible señalar su deficiencia de calidad.
El camino de las adaptaciones de Dune es un derrotero lleno
de baches y salidas falsas. Hay dos ocasiones en que las producciones llegaron
a puerto, la infame/de culto película de David Lynch y las miniseries de John
Harrison, la una un intento encomiable pero trágicamente consumida por la falta
de experiencia del realizador, la otra una gran intención que descuidó uno de
los aspectos centrales: las interpretaciones.
Portadas de las adaptaciones, y la del documental (no lo iba a poner en la cabecera) |
La que no arribó quedó en mil y un preparaciones, que
incrementó su fama por su inexistencia, cimentó su culto en la especulación, y
que finalmente, con un documental polarizado pero esclarecedor, me ha
demostrado que habría sido la peor.
Ya no me resulta curioso cómo es que tanta gente se ha interesado en el
proyecto de Jodorowsky sin haber leído una página de Dune. Algo parecido sucede
con el Necronomicón y Lovecraft. Tópico común de principiantes adolescentes (y
alguno no tanto), obsesionarse con la mitología de una obra y no ésta. Si el
reciente documental acerca de la producción de Jodorowsky llama a nuevos
lectores de la saga, algún beneficio habrá. En lo personal creo que abundarán quienes se contenten con
poder comentar acerca de “la más grande película jamás realizada” (lisonja
descarada y ridícula), y no les haga falta leer nada de nada. Una tibia
desgracia, pues la sombra de esta chapucería, con toda su fantasmal fuerza
comercial, no basta para opacar la inmensidad de la épica de Herbert.
Pero, entremos en materia. ¿Quién es este Jodorowsky? Yo
supe de él por vez primera cuando un amigo de hace años me hizo ver en una
sesión de madrugada “El topo”. Tengo buenos recuerdos de aquella cinta, que no
han envejecido de mala manera. Aún defendería aquella producción, si bien no
generó en mí suficiente interés para preocuparme por otras obras de este
sujeto. Tiempo después me encontré con la dilapidada fama que tiene. Mi opinión
se ha ido cimentando desde las primeras ojeadas a uno de sus libros (El loro de siete lenguas, si mal no recuerdo), y hoy
en día lo considero uno de los epítomes del autor sobrevalorado, chapucero y
fruto del marketing. Y mucho, mucho de esto es explícito en el documental.
Ya en la misma introducción un siempre excéntrico (al menos
en la pose) Jodorowsky nos relata cómo nunca había leído Dune, pero quería el
proyecto. A muchos les habrá hecho gracia. A mí me hizo presentir gran parte de
lo que vendría. No censuraré a Michel Seydoux por la luz verde al inicio de
esta locura. Después de todo, la alucinada (e imbécil) Montaña Sagrada le había
reportado pingues ganancias. Hablamos de la década de los setenta, un tiempo en
que la producción artística abrigaba esperanzas para todo el que pudiera
innovar. Desgraciadamente no sacas un Roman Polanski ni un Wojciech Has de la
manga, y muchas veces intentar algo o no puede marcar una carrera. En todo
caso, el pelotazo no salió, pero sus rebotes proveyeron de experiencia y, en
algunos casos, dinero, a los que en su día participaron en el proyecto.
Algunos de los diseños de Moebius. ¿Se le habrá olvidado el Conde Fe | nring, como siempre pasa? |
No me detendré en detalles acerca del documental. Lo
recomiendo, encarecidamente, pero también su visionado con criterio, recuerden
que esto no es el Dune que Frank
Herbert legó a todo lector de la buena ciencia ficción. Es el Dune de
Jodorowsky, una versión bastardizada y parasitaria que buscaba más contentar el
propio discurso del delirante y futuro “psicomago”. Voy a puntualizar algunos
detalles para sostener mi posición y el repudio que me merece.
¿Qué intención tenía Jodorowsky al escoger Dune? Evidentemente, no hacer un
tributo a la historia de Paul Atreides ni a las espesas intrigas imperiales.
Hay poco o nada de esto en su storyboard.
Si hay algo que parece fascinar a Jodo es la fama. Un trabajo realizado no con las
manos ni con el cerebro, sino con sólo el ego. La aparición de todo aquello que
estuviera de moda es capital a la hora de ver este hecho: Mick Jagger, Pink
Floyd, Dalí, Orson Welles. ¿Qué tienen en común este grupo? Solamente la fama. Ni
un ápice de tino ni análisis previo a la hora del casting. Y todo para realizar
una imagen de la ideología del cineasta. Repaso este punto: Dune es una narración
competente dentro de la gran literatura también por su ausencia de mensaje
polarizado o ideológico. Bien es cierto que los Harkonnen representan un ideal
de villano explícito, pero las posiciones morales no tienen cabida en la
historia del Imperio y Arrakis. En sí, Herbert escribió Dune sin la inmadura
visión del escritor que quiere demostrar y enseñar algo. Una visión de un
profesionalismo muy alejado de Jodorowsky y su ansia de reflejar sus ideales
(¿expansión de la mente? ¿psicomagia? ¿contacto con un yo trascendente poco
estudiado?).
Y cada mutilación y aberración... por Shai-Hulud, es increíble
la cantidad de tópicos de filosofía barata, pero las locuras argumentales son
incluso más ridículas. ¿Un Duque Leto castrado y que se reproduce desde una
gota de sangre? ¿Un emperador que se replica a sí mismo en un robot?*.
Y poco hay que decir del absurdo nepotismo de la producción.
¿Quién iba a ser Paul Atreides? Pues el dichoso Brontis Jodorowsky, el hijo del
“cineasta”. Supongo que esta vez Jodo no fue capaz de hallar una excusa para
ser él mismo el protagonista, así que, qué mejor manera de conservar su
egolatría.
Podría extenderme mucho más, está el cómo Giger realizó el
arte maravilloso que ahora es tomado por obra de Jodorowsky, o cómo Dan
O`Bannon casi fracasa en su carrera por esta quimera. En el caso de estos dos
grandes artistas, así como con Moebius, a quien Jodorowsky ha parasitado ya
buen tiempo, son gente auténticamente profesional, que tiene una ilustre
carrera que en ningún momento dependió de esta película-holocausto. La única
aparente grandeza es la del demente que intentó rapiñar una obra maestra para
hacerse pasar por un gran realizador. El tiempo ha dicho lo suyo, sin embargo,
y Jodorowsky ha elaborado payasada tras payasada durante años. Paupérrimos
libros sin vergüenza de su acercamiento con la autoayuda, cómics de mediana a
baja calidad (mediana en el caso de la Casta de los Metabarones, que lo bueno
que tiene es cómo plagia partes de Dune y obras de Robert Heinlein y W.B.
Aldiss, y el impresionante arte de Juan Giménez; atroz en Los Borgia o Bouncer,
obras tan estúpidas como adolescentes).
Hay una ironía final, y es cómo cinéfilos orgullosos de su
seriedad defenestran a un pésimo adaptador como Michael Bay y sin embargo
apoyan esta absurda quimera. Quién sabe, tal vez al final Jodorowsky tenga
razón y lo que importa es el mito, no la obra que lo sustenta.
Arte de Makent (Deviantart) |
*La historia detrás de esto es otra anécdota de aquellas: la
idea era que Dalí representase al emperador Padishah (o algo así). El español
apareció con la idea de que sólo participaría siendo el actor mejor pagado de
la historia ¿Jodorowsky puso reparos? Claro que no, dejó hacer al enloquecido
artista su broma, y se dispuso a pagar los cien mil dólares la hora. ¿Qué productor no habría escapado?
Para ver, jugar o leer; o
para los que vieron, jugaron o leyeron (el documental)
-Solaris (más la novela que ´las películas, pero éstas también)
-Arzak Rhapsody
-Mass Effect
-La película de Lynch y/ las series de John Harrison
-Cualquier cosa
del universo Star Wars
-Babylon V
-Starship Troopers (sólo la novela)
La edición de Folio Society, lujo de lujos. |
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