La música metalera ha sido una relativa constante e mi vida, con
vaivenes de fuerza variable, la primera en la adolescencia tardía,
cuando conocí aquello a lo que decían "el ambiente"... ya saben, tropas
de jovenzuelos (y muchos que no tanto) que deambulan entre conciertuchos
y farras callejeras constantes, que rinden tributo no a la música sino
al alcohol. Un ambiente repugnante que me alejó un tiempo de la música.
El segundo gran alejamiento tuvo causas aún más pedestres. El mero cansancio del género. El sentimiento egoísta y vano de lo sobrepasado, de que el género no tenía nada más para mí. El thrash tuvo su esplendor, el heavy me supo a mucho, el death jamás provocó otra cosa que tedio. En el Black estuvo la respuesta.
Y el Black Metal sigue cambiando, metamorfoseándose y retroalimentándose. la última tendencia que he tenido el placer de escuchar combina el terror de los espacios infinitos (oh, gran Pascal, habrías disfrutado esto) y música que sigue escuchándose peligrosa y majestuosa a un tiempo.
Allá va un par de joyas.
Ideal para escuchar mientras lees Stanislaw Lem o al gran maestro Lovecraft.
El segundo gran alejamiento tuvo causas aún más pedestres. El mero cansancio del género. El sentimiento egoísta y vano de lo sobrepasado, de que el género no tenía nada más para mí. El thrash tuvo su esplendor, el heavy me supo a mucho, el death jamás provocó otra cosa que tedio. En el Black estuvo la respuesta.
Y el Black Metal sigue cambiando, metamorfoseándose y retroalimentándose. la última tendencia que he tenido el placer de escuchar combina el terror de los espacios infinitos (oh, gran Pascal, habrías disfrutado esto) y música que sigue escuchándose peligrosa y majestuosa a un tiempo.
Allá va un par de joyas.
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